Obra interactiva
Esta es una instalación sonora. Fijate que no se limita a una pared, sino que abarca las cuatro paredes e incluso el techo de la sala. O sea que la obra es todo el espacio de la sala en su conjunto y los elementos que el artista colocó o instaló en ese espacio, por eso se llama instalación.
Dispersiones es, además, una obra para escuchar. Pero el sonido (un constante repiqueteo que coincide con el encendido y apagado de las lucecitas) no proviene de parlantes, sino de las pequeñas cajitas negras que, conectadas entre sí por cables de colores, van envolviendo, como redes, el espacio de la sala. ¿Qué son esas cajitas? Se llaman “relays” y son pequeños interruptores, como puentes o puertas en el camino que hace la corriente eléctrica a través de los cables. Tienen dos posiciones. Cuando están abiertos permiten el paso de la electricidad; cuando están cerrados hacen que la electricidad tome otro camino. Y al abrirse o cerrarse producen el chasquido que da sonido a la obra.
La red de cables y relays, y el flujo que les da “vida” es lo que en el campo de las ciencias exactas se conoce como sistema complejo de autómatas celulares. O sea, un sistema en el que las células (que en este caso son los relays) tienen un comportamiento (se abren o se cierran) que está determinado por la acción de sus vecinas. Detrás del funcionamiento de este sistema hay una computadora, y un programa (diseñado por el artista) que establece las reglas de comportamiento y de interacción entre las células. En Dispersiones, Leo Núñez hace un uso creativo y artístico de las herramientas informáticas y las teorías científicas.
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